No hay mayor diferencia entre los hombres que entre los que son agradecidos y los que son ingratos.

Cuando bebas agua, recuerda la fuente.

La gratitud, como ciertas flores, no se da en la altura y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes.

Agradece a la llama su luz, pero no olvides el pie del candil que paciente la sostiene.

La gratitud de muchos no es más que la secreta esperanza de recibir beneficios nuevos y mayores.

El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien.

Es tan grande el placer que se experimenta al encontrar un hombre agradecido que vale la pena arriesgarse a hacer un ingrato.

Olvida que has dado para recordar lo recibido.

Siendo niños éramos agradecidos con los que nos llenaban los calcetines por Navidad. ¿Por qué no agradecíamos a Dios que llenara nuestros calcetines con nuestros pies?

El tiempo hace estragos en la gratitud, aún más que en la belleza.

¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecérselo a otro que al mismo cielo!

Las raíces bajo la tierra no piden recompensa por hacer que las ramas den frutos.

Gracias le doy a la Virgen, gracias le doy al Señor, porque entre tanto rigor y habiendo perdido tanto, no perdí mi amor al canto ni mi voz como cantor.

De bien nacidos es ser agradecidos.

La gratitud es como aquel licor de Oriente que sólo se conserva en jarros de oro: perfuma las almas grandes y se agria en las pequeñas.

Cuando la gratitud es tan absoluta las palabras sobran.

La gratitud se da cuando la memoria se almacena en el corazón y no en la mente.

La gratitud es la flor más bella que brota del alma.

A menudo damos por hecho las cosas que más merecen nuestra gratitud.

Se me ha dado tanto que no tengo tiempo para reflexionar sobre lo que se me ha denegado.

La gratitud convierte lo que tenemos en suficiente. Es la señal de las almas nobles.

La gratitud es la menor de las virtudes, pero la ingratitud es el peor de los vicios.

Cuando estás agradecido, el miedo desaparece y aparece la abundancia.

Lo que separa el privilegio del derecho es la gratitud.

El hombre sabio no se aflige por lo que no tiene, sino que se alegra por lo que tiene.

Solo podemos decir que estamos vivos en esos momentos en que nuestros corazones son conscientes de nuestros tesoros.

La aritmética más difícil de dominar es la que nos permite contar nuestras bendiciones.

Sentir gratitud y no expresarla es como envolver un regalo y no darlo.

Debemos encontrar tiempo para detenernos y agradecer a las personas que hacen la diferencia en nuestras vidas.

La gratitud es una cualidad similar a la electricidad: debe producirse, descargarse y agotarse para poder existir.

No arruines lo que tienes deseando lo que no tienes.

Quien no agradece por poco no agradecerá por mucho.

Siempre hay flores para aquellos que quieren verlas.

Si quieres cambiar tu vida, intenta dar las gracias. Cambiará tu vida poderosamente.

Al expresar nuestra gratitud, nunca debemos olvidar que la mayor apreciación no es pronunciarla palabras, sino vivir de acuerdo con ellas.

Cuando damos alegremente y aceptamos con gratitud, todos somos bendecidos.

Sé agradecido por lo que ya tienes mientras persigues tus objetivos. Si no estás agradecido por lo que ya tienes, ¿qué te hace pensar que serías feliz con más?

El verdadero perdón es cuando puedes decir: “Gracias por esa experiencia”.

Una actitud de gratitud atrae grandes cosas.

La gratitud es un arte de pintar una adversidad en una hermosa imagen.

Si has vivido, aprovecha afortunadamente el pasado.

La ambición rompe los lazos de sangre y olvida las obligaciones de gratitud.

Cada bendición ignorada se convierte en una maldición.

Encuentra el bien y ensálzalo.

Nada es más honorable que un corazón agradecido.

La gratitud silenciosa no es de mucha utilidad para nadie.

Si la única oración que dijiste en toda tu vida fue ‘gracias’, eso sería suficiente.

No existe la gratitud no expresada. Si no está expresado, es una simple ingratitud pasada de moda.

Elogia el puente que te llevó encima.